La discriminación se sustenta en gran medida sobre los estereotipos que se han ido generando entorno a la idea que tenemos sobre como deben comportarse los hombres y las mujeres, los papeles que deben desempeñar en el trabajo, en la familia, el espacio público e incluso en como deben relacionarse entre si. A este conjunto de ideas preconcebidas que utilizamos para analizar e interactuar con otros hombres y mujeres les llamamos estereotipos de género.
Es interesante observar que el estereotipo masculino y femenino es universal. Un estudio realizado en 30 países diferentes encontró indicios de estereotipos masculinos y femeninos.
El estereotipo masculino se caracteriza por una gran necesidad de dominio, agresión y realización.
El estereotipo femenino envuelve una gran necesidad de dependencia, cuidados y afiliación.
Cada cultura tiende a reinterpretar los estereotipos de género lo que demuestra que las percepciones que tenemos sobre los hombres y las mujeres están socialmente construidas.
Existen estereotipos que se vivencian como verdades objetivas y que influyen de forma decisiva sobre las actitudes, las creencias y las conductas.
En los procesos de selección para un puesto de trabajo o de dirección, o en el reparto de responsabilidades familiares los estereotipos son un gran freno para la elección en la toma de decisiones de las mujeres.
Tendrán que superar falsas creencias, como que...
- A las mujeres se les da mejor hacer trabajos minuciosos y rutinarios, con las manos.
- Una mujer no tiene la misma autoridad para dirigir a un equipo de trabajo.
- Los hombres están más capacitados para llevar la dirección
porque son más racionales y fríos en la toma de decisiones.
- Los hombres tienen un menor absentismo laboral.
- Las mujeres temen ocupar espacios de poder.
- La maternidad impide a las mujeres centrarse en su trabajo.
Pensemos por ejemplo en la publicidad donde las mujeres suelen ser el objetivo de todo tipo de productos de limpieza, alimentación, medicamentos o atención de los menores. En el cine y productos televisivos... sólo es necesario sentarse después de comer ante el televisor y dejarse embaucar por una telenovela para constatar el papel de hombres y mujeres en las relaciones afectivas. O en nuestro propio entorno, dónde cuando una mujer solicita una reducción de jornada para el cuidado de hijos no nos causa ninguna sorpresa y si, sin embargo, nos extrañamos que lo haga un hombre.
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